Se vuelve urgente que reflexionemos brevemente ante la reciente entrevista de Julián Varsavky (publicada en Página 12) al filósofo Eric Sadin, quien porque pone de cabeza muchas ideas que pasan por certeras acerca de las redes sociales y su implicancia en la sociedad, la política y la educación.
Es habitual pensar que las redes sociales son formadoras de opinión, a la vez que conforman (dan forma) a una parte de la sociedad inculcando ideas, creencias y sentimientos acerca de temas específicos que ellas mismas imponen o toman de medios de comunicación masivos como la TV y diarios hegemónicos.
Eric Sadin, por su parte, piensa en las redes sociales como "plataformas de expresividad" que, por su lógica de negocios, replican y magnifican enojos y rencores que ellas no originan, pero sí buscan intensificar. Entonces, si no son las redes sociales las productoras de esos rencores y odios, ¿De dónde proviene el odio que innunda con inédita violencia verborrágica las plataformas? Para Sadin, el odio y el rencor que habitan las redes son producto de las continuas desilusiones con las que vive en la actualidad la mayoría de la población mundial.
En efecto, el enojo y el escepticismo hacia la política y los políticos provienen del fracaso de un sistema político y económico que genera para gran parte de la ciudadanía global una forma de vida miserable, estresante e infeliz. A su vez, ese rencor se ve potenciado por la falta de respuestas y las promesas incumplidas de los políticos ante las necesidades tanto inmediatas como mediatas de la población.
Las redes sociales son negocios
En la misma entrevista, el filósofo francés nos advierte que "No hay que olvidar que las plataformas de expresividad son business, negocios. Son gigantescas plataformas que en lo único que piensan es en generar lucro y solo apuntan a intensificar la lógica del odio y de la opinión, a través de una serie de algoritmos de recomendación." Por ese motivo y pese a la ilusión de participación política que brindan las plataformas, tenemos que despabilarnos y construir diálogo real, cercano y organizado entre personas en pos de la construcción de acuerdos que ponga en funcionamiento la maquinaria de acciones políticas conjuntas.
El "diluvio verbal" que Sadin ve desarrollarse en las redes es vano porque no se encuentra un otro/a presente. No hay diálogo, sino la ilusión de una participación política que no es tal. Por el contrario, la escritura en las plataformas representa el fracaso de lo político puesto que "intensifica la crispación entre los seres humanos y la sordera creciente", a la vez que alimenta la lógica del lucro de las redes gracias a la publicidad.
Las ultraderechas supieron utilizar las plataformas de las redes para analizar el comportamiento de usuarias/os y ofrecerles productos a medida de sus emociones. Desilusionadas/os de la política, con una sensación de inutilidad y la certeza de vivir en una precariedad y una desigualdad cada vez más pronunciadas, los partidos de ultraderecha intensifican y canalizan hacia su molino el rencor de las mayorías vilipendiadas por el mismo sistema económico neoliberal que esos mismos partidos defienden y plasman como política económica una vez en el gobierno.
Se advierte de esta manera que la circularidad del sistema de rencores mediatizados por las redes sociales nos lleva una y otra vez a la explotación de las masas trabajadoras por los más ricos y poderosos/as y a la falsa sensación de participación política volcada en forma de un vómito de palabras e imágenes en las plataformas.
Al respecto de esto último, el tecnocrítico francés nos advierte que "no es a través de las pantallas que vamos a fabricar la democracia, sino con presencia, con una articulación de la palabra propia que toma en cuenta la escucha del otro, la pluralidad. "
Las/os invito a seguir pensando...
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